84. Hotel y Restaurante Atrio
ATRIO: LA DOMESTICIDAD DEL CANGREJO ERMITAÑO.
El nuevo Relais-Châteaux Atrio en la Plaza de San Mateo de Cáceres trata de pensar la ciudad desde los presupuestos que la hicieron posible, y trata de imaginar cómo ello puede ser llevado a cabo en nuestra época, haciendo convivir arquitectura contemporánea con un entorno histórico, desde el respeto y la dignidad.
Dentro del recinto histórico de la ciudad de Cáceres, el conjunto sobre el que se ha construido la nueva edificación estaba integrado por dos construcciones existentes de muy diverso carácter. La primera construcción era un edificio auxiliar de tres plantas que se disponía a lo largo de la calle de los Condes, mientras que el segundo edificio, con dos plantas y altana, se trataba de una vivienda construida a principios de los años ochenta en la Plaza de San Mateo.
Sobre estas dos estructuras, bastante degradadas por la falta de uso durante años, la nueva construcción se acomoda como un doméstico cangrejo ermitaño dentro de una concha sin vida, de tal modo que el nuevo uso re-vitaliza y re-habilita las construcciones sin vida, estableciendo una simbiosis orgánica que adquiere un nuevo significado de contemporaneidad.
La nueva edificación alberga dos actividades complementarias: la nueva sede del restaurante Atrio, y un pequeño hotel Relais-Châteaux con catorce habitaciones. En la planta baja se sitúa la recepción del hotel, el restaurante y su correspondiente cocina. En las dos alturas superiores se despliega el conjunto de las habitaciones. La circulación, en estas plantas, gira alrededor de un pequeño atrio que da una escala del conjunto y vincula la planta a aquellas tradicionales casas y palacios que se suceden en la ciudad histórica. Sobre la primera planta se ubica una discreta zona lúdica interior, abierta al jardín, con dos pequeñas albercas ubicadas en la parte posterior. A la Plaza de San Mateo se abre una pequeña terraza desde donde se puede disfrutar de las vistas lejanas del casco histórico de Cáceres y sus campos. Entre estas dos áreas diferenciadas se construye una pérgola, un elemento cuyo objetivo es dulcificar el entorno de la Plaza de San Mateo, al introducir la presencia verde de las plantas trepadoras.
El nuevo organismo funcional se acopla a las irregularidades del perimetro de las edificaciones existentes, y se manifiesta al exterior, en el ajardinado patio interior, mediante el tejido de un tapiz de esbeltos pilares de hormigón blanco plementados con carpinterias de madera y baquelita negra.
En el interior, las maderas de roble pintadas de blanco, sobre las que los muebles y el arte se recuestan placidamente, tratan de unificar los diferentes ámbitos de la nueva construcción, y el granito negro, dispuesto como si de una tarima de madera se tratase, construye el plano neutro de actividad del hotel y del restaurante.
Los diferentes espacios se construyen como espacios de intimidad que, amueblados desde una radical domesticidad, abren sus ojos con discreción sobre los espacios públicos, la calle, el atrio, el jardín, haciendo que lo necesario se sienta como próximo, y lo próximo como necesario.